El libro de la serenidad



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Hechos incontrovertibles
Con frecuencia los discípulos de Buda se lamentaban de que ha­bía acontecimientos o hechos que no podían modificarse o incluso se esforzaban por cambiar situaciones inevitables y luego, al no conseguirlo, se quejaban de que así hubiera sido.

Buda tenía que soportar pacientemente las quejas y los lamen­tos de algunos de estos discípulos que se desanimaban por no po­der cambiar ciertas circunstancias y eventos. Reunió a todos los que así procedían y les dijo:

-Es de sabios aceptar lo inevitable; es de sabios modificar lo que pueda para bien ser cambiado; es de sabios saber qué se debe acep­tar y que se puede modificar.

Después de unos momentos de pausa, agregó:

-Quiero que vayáis al estanque más cercano y hagáis lo si­guiente: llevad con vosotros una roca y un bidón de aceite. Arrojad la roca al lago y echad una buena cantidad de aceite. Regresad des­pués y contadme lo sucedido.

Los discípulos siguieron las instrucciones de Buda. Llegaron hasta el estanque y a sus aguas arrojaron la roca y una buena can­tidad de aceite. Estuvieron observando unos instantes lo sucedido y regresaron junto Buda, que les preguntó:

-¿Qué ha sucedido?

Uno de los discípulos habló por todos:

-Hemos comprobado que la roca se ha hundido y la mancha de aceite ha flotado.

Y el maestro les dijo:

-Pues aunque consumierais toda vuestra existencia sentados a la orilla del estanque anhelando que la roca flotase y la mancha de aceite se hundiese, no lo conseguiríais. Simplemente, es la ley de los hechos incontrovertibles.
Comentario
¿Somos al menos ligeramente conscientes de la masa enorme de sufrimiento que hemos acumulado sin utilidad por no aceptar con ecuanimidad los hechos incontrovertibles? Nadie puede elevarse en el aire tirando de los cordones de los propios zapatos. Puede in­tentarse, para una y otra vez conseguir, como mucho, romperse la crisma contra el pavimento. Hay que desarrollar un poco de inte­ligencia clara a fin de discernir cuándo se puede modificar algo o cuando debe ser aceptado como hecho incontestable. En todo caso, no lo olvidemos, podemos modificar nuestra actitud.

A menudo, por ofuscación mental, no modificamos lo que de­beríamos corregir y, en cambio, nos empeñamos en transformar lo que no puede ser mutado. Veamos la historia de un pez que quería volar y un ave que deseaba bucear. No aceptaban conscientemente su condición y sufrían mucho. Sucedió que de tanto anhelar lo que no podían hacer, el pez renació como ave y el ave, como pez. Pero la historia se repitió: el pez quería volar y el ave deseaba nadar. ¡A saber cuántas veces hubieron de renacer para llegar a aceptar sus condiciones! La aceptación consciente es una clave importante para propiciar el sosiego y empieza por la aceptación de lo que uno es, pero no para resignarse fatalmente, sino a fin de comenzar, desde ahí, a poner los medios para la evolución de la conciencia.

También hay que aprender a aceptar a los demás. Generamos mucha ansiedad si nos extraviamos en expectativas, falsas ilusio­nes, exigencias e imágenes idealizadas. Muchos vinculas afectivos no llegan nunca a ser sanos porque se basan en expectativas infan­tiles o neuróticas.



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