Fisiología del Alma



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Pregunta: ¿Es suficiente ese recurso a que os referís, para ajustar al protegido rebelde a las inspiraciones superiores?

Ramatís: Naturalmente, estamos presumiendo un tipo psi­cológico para nuestro ejemplo, de cuyo sufrimiento podáis sacar ilaciones provechosas para otros casos semejantes o de la misma índole espiritual. No obstante, ese tipo es mucho más común de lo que os imagináis, y muy cobarde ante las pruebas rectifi­cadoras del espíritu.

Aunque puedan variar inmensamente los recursos y los mé­todos empleados por los guías de acuerdo con las reacciones psicológicas de cada individuo en prueba, la enfermedad es siempre la más valiosa intervención correctiva para lograr cohibir el abuso de los encarnados que se imaginan "dueños del mundo" y pretenden vivir por completo desligados de cualquier compro­miso u obligación para con sus amigos y mentores que los acom­pañan desde el mundo invisible.

El cuerpo físico, es el banco escolar en donde el alma se sienta para aprender el alfabeto espiritual y proceder a su ne­cesaria renovación interior. En el caso de que ese alumno des­precie las oportunidades del gran aprendizaje espiritual y pre­fiera entregarse al comando de las pasiones animales, es muy común la enfermedad como un efecto doloroso de las vidas pasadas, pudiendo suceder también la intervención disciplinadora de lo Alto, si ello fuera necesario.

Para nuestro ejemplo anterior, hemos aprovechado el tipo del hombre irascible, violento e intolerable, que abusa de su organización carnal privilegiada, sobre aquellos menos agracia­dos por su cuerpo o por ser sus subalternos, cuya ostensividad nociva sólo podrá ser corregida cuando se vea echado en el lecho del dolor y victima de prolongada enfermedad. ¡Posterior­mente, flácido de carnes, impotente y encadenado a un cuerpo débil, reducido á guiñapos sobre un colchón incómodo, ha de sentir la amarga humillación de su fragilidad humana! Pierde de peso alarmantemente, se demacra de ojos fulgurantes, sus labios crispados están amortecidos y exangües; la respiración ruidosa e imponente es sustituida por un débil hilo de aire que fluye con dificultad por la boca entreabierta. Los acostumbrados gritos estentóreos se transforman, ahora, en breves susurros para pedir el té caliente y los medicamentos. ¡Sin el amparo de la musculatura vigorosa, se verá en la necesidad de reconocer el valor de la comunión de la familia y prestarse a recibir su auxilio para sobrevivir! Antes, expulsaba de su presencia hasta a los humildes que deseaban servirlo; ¡después, abatido y exan­güe, toma la medicina hasta de las manos de una criatura y sorbe la sopa bajo la vigilancia de la esposa amiga!

En la melancolía del lecho de sufrimiento, le ha de sobrar el tiempo para valorar los servicios que le prestan en la hora angustiosa; comprenderá la inutilidad del orgullo de la irascibi­lidad, basado en el hecho de poseer un cuerpo excesivamente acolchonado de carne. Entonces, la visita de un amigo, el interés del vecino o la lealtad constante de la esposa, han de ser para él acontecimientos agradables y esperados con ansiedad. Los más pequeños favores se transforman para él en dadivas del cielo; para el gigante de carne soterrado en el lecho, que no consigue, siquiera, atender a sus propias necesidades fisiológicas.

Visitado por facultativos que le describen diagnósticos sen­tenciosos, envuelto por medicamentos famosos de la farmacología moderna, coleccionando placas radiográficas, exámenes comple­jos de laboratorio; perforado por las hipodérmicas y saturado por grageas y comprimidos, ante la perspectiva de ser un ente incurable, ¡se va volviendo cada día más cobarde!

Pero ¡qué importan al guía los diagnósticos brillantes, las elucubraciones etiológicas o las citas clásicas de rigor médico académico, cuando lo que en el caso interesa es la caída del trotamundos, vencido en la arena de la vida humanal No obstan­te la competencia médica que emitió un diagnóstico grave de infarto cardíaco, diabetes "melitus", angina pectoris o la dis­función cardio-hepato-renal, ¡lo que realmente se hace provecho­so para el espíritu allí aprisionado en la carne flácida, es la naturaleza de sus nuevas reflexiones, que deben despertar en él un nuevo entendimiento sobre la verdadera naturaleza humana tan frágil, guiándolo a la visión egocéntrica para la vida real del espíritu!

Pregunta: ¿No sería suficiente la Ley de Causas y Efectos para hacer rectificar a aquellos que pueden abusar de su per­sonalidad humana en detrimento del prójimo? ¿Es necesaria cualquier otra intervención excepcional por parte de sus guías?

Ramatís: Repetimos: La Tierra es una escuela de educación espiritual bajo la vista amiga y bienhechora de los espíritus pro­tectores. No obstante, los hermanos de las sombras, deseosos de subvertir el orden de la ascensión angélica y dominar el mundo material, procuran dificultar la acción de los guías y los obligan a emplear todos los recursos posibles para no dejar a sus pro­tegidos caer en la "tentación" de los malos y mantenerlos atentos a las lecciones provechosas de la escuela carnal.

Sin duda, el espíritu debe recoger en el presente, por la Ley de Causas y Efectos, los efectos buenos o malos correspondientes a las causas que sembró en el pasado por el uso de su libre albedrío, La Ley del Karma, entonces, que es Ley de rectificación espiritual de orden y de disciplina cósmica —una especie de con­tabilidad que lleva la cuenta del "debe" y del "haber" del espírita en el presente— sitúa cada alma en el escenario propio o en las condiciones que le corresponden exactamente en vista del bien o del mal que haya practicado» pero deja a la misma en libertad de reajustarse con la nueva situación, o de empeorarla.

Aquél que abusó de la fortuna en el pasado, es evidente que ha de nacer y vivir pobre en la vida futura, con el fin de que aprenda a valorizar la situación de quien es pobre. No obstante, disfrutando de su libre albedrío, en vez de resignarse con la prueba rectificadora de la pobreza, podrá convertirse en un mendigo astuto o en un individuo que viva de hurtos vulgares, así como también en un estelionatario o en una criatura muy deshonesta y rebelde contra su situación kármica.

Es evidente que la Ley del Karma en este caso, apenas lleva el individuo a la pobreza, pero el libre albedrío del mismo puede aumentar el efecto rectificador y llevarlo a prácticas aun más perniciosas y agravantes para el futuro. ¡Cuántas veces, y para el propio bien de la criatura, interviene su guía espiritual dificultándole todavía más la vida o enfermándola constante­mente, con el fin de evitarle la materialización de los pensamien­tos peligrosos de la rebeldía o desacato a la vida espiritual! Mu­chos individuos evitaron agravar sus situaciones kármicas en la Tierra, con perjuicios para la presente y para las vidas futuras, porque sus protectores consiguieron encadenarlos definitivamente a un lecho de dolor o los privaron de los medios económicos que les hubieran permitido llevar adelante actos peligrosos para su integridad espiritual.




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